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Reina consorte de los visigodos en dos ocasiones, primero como esposa de Atanagildo y después de Leovigildo.
Una mujer excepcional que vivió en una época convulsiva, en la que participó de forma activa en la política del reino visigodo de Toledo.
Nació aproximadamente entre los años 525 y 530 y la primera noticia que hay de ella es referente a su matrimonio en el año 555 con Atanagildo, rey de los visigodos. Seguramente pertenecía a una importante familia nobiliaria, incluso hay opiniones de que formaba parte del linaje de los baltos.
Al principio de su primer matrimonio, Gosvinta vivió en la Bética, probablemente en Sevilla. Con el triunfo de Atanagildo sobre Agila I, se traslada a Toledo, que se convierte en la capital del reino. Allí se alojaría en el espacio que ocupa el actual Alcázar, transformando con este propósito el antiguo pretorio romano que controlaba el acceso al Puente de Alcántara.
De su matrimonio con Atanagildo tuvo dos hijas que se casaron con los hijos del rey merovingio Clotario. Brunegilda casada con Sigeberto I de Austrasia, y Galsvinta casada con Chilperico I de Neustria, y más tarde asesinada por su concubina y después reina, Fredegunda.
Las fuentes católicas la describen como una mujer fría y calculadora, fanática arriana. Sin embargo, son opiniones subjetivas, ya que aquella época era un periodo de conflicto entre el poder de las elites hispanorromanas y la iglesia católica y, por otro lado, de los visigodos que eran arrianos.
De hecho, incluso el obispo de Poitiers y poeta, Venancio Fortunato, siendo católico, describe de una manera muy distinta la despedida de Gosvinta de su hija Galsvinta cuando tuvo que abandonar la corte de Toledo para ir a Neustria a celebrar su matrimonio. Trasmite el dolor de la reina al separarse de su hija y cómo esta corre a refugiarse a los brazos de su madre ante el futuro incierto que le espera en tierras lejanas. El sufrimiento conmueve a los embajadores merovingios y posponen algunos días el viaje. Gosvinta acompañó a su hija durante el primer tramo de viaje, aunque eso le supusiera luego regresar a Toledo, triste por la separación.
Fortunato describe también los malos presentimientos de la reina cuando al marchar Galsvinta de Toledo, se detuvieron en el puente los carros cargados de riquezas.
Después de la muerte de Atanagildo en 567, Gosvinta quedó como única gobernante del reino durante los cinco meses de interregno. Su influencia era tan grande que el nuevo rey Liuva I pactó el matrimonio de su hermano Leovigildo con Gosvinta y, contra la tradición, le envió a Toledo para desposarla.
Gracias a esta boda, se concluyó la alianza entre las dos facciones más potentes del reino: la de Liuva-Leovigildo y la de Atanagildo-Gosvinta. Además, durante el periodo de inseguridad, fue Gosvinta la propietaria del tesoro regio, lo que suponía un símbolo de poder que legitimaría al nuevo soberano.
Gosvinta tuvo una gran importancia dentro de la corte toledana; para Leovigildo, esta unión supuso un enlace estabilizador dentro del reino visigodo.
Más tarde, con su habitual inteligencia, la reina decide reforzar el poder de su familia en la corte de Leovigildo y arregla el matrimonio entre su nieta Ingunda, hija de Brunegilda con su hijastro Hermenegildo, hijo de Leovigildo del primer matrimonio. La boda se celebró en torno al año 579.
Gosvinta esperaba que su nieta, que en el momento de su matrimonio solo tenía 12 años, sería una persona manejable, pero se llevó la gran sorpresa al verla negarse a su conversión al arrianismo, por lo que fue despreciada y maltratada por su abuela-suegra (según la versión de Gregorio de Tours). Esto supuso un problema para Leovigildo, por tanto, envió a su hijo a gobernar la Bética, alejándolo de la corte toledana.
En el Chronicon de Juan de Biclaro se afirma el papel activo de Gosvinta en la rebelión de Hermenegildo para que un miembro directo de su familia (estaba casado con su nieta) se hiciese con la corona.
Porque a pesar de que desde el año 573 Leovigildo asoció a sus dos hijos al poder para asegurar su dinastía, la fundación de la ciudad de Recopolis demuestro su preferencia por Recaredo.
“El rey Leovigildo, desaparecidos los tiranos de todas partes, y vencidos los usurpadores de España, habiendo conseguido el sosiego con su propio pueblo, descanso y fundo en Celtiberia una ciudad que, del nombre de su hijo, se llama Recopolis, a la cual, adornando con admirables obras en murallas y suburbanas, concedió privilegios para el pueblo” (Juan de Biclaro).
Además, parece que Leovigildo empieza el acercamiento a Chilperico, el asesino de Galsvinta, y, por tanto, el enemigo de Brunegilda y Gosvinta.
Por otro lado, después de los conflictos con Ingunda, Leovigildo decidió apartar a Gosvinta de la influencia política. Entonces ella, buscando la manera de volver al poder, ingenió un plan para enfrentar al padre e hijo. Según una de las versiones, incito a Hermenegildo a rebelarse contra su padre. Aunque no se sabe hasta qué punto esta afirmación es cierta, ya que Gosvinta era convencida arriana y no sería lógico su apoyo a una rebelión a favor del catolicismo. Además, después de terminar con la rebelión y ordenar la muerte de su propio hijo, Leovigildo no puso ningún castigo a la reina. después del asesinato de su marido la princesa Ingunda huyo con su hijo aún lactante a Roma. Sin embargo, murió por el camino, en Sicilia, en 584.
El peso político de Gosvinta se manifestó cuando, a la muerte de Leovigildo, Recaredo, el nuevo rey, la reconoció como reina-madre. Todo indicaba su vuelta al poder, pero el asunto se complicó con la firme decisión de Recaredo de convertir su reino al catolicismo. Gosvinta, como arriana tan creyente que era, se opuso y no solo pudo influir en que el pactado matrimonio de Recaredo con la princesa Ringunta (hija de Chilperico de Neustria y Fredegunda) no se realizara, sino que pudo intrigar de nuevo a favor de las rebeliones de obispos y nobles godos en el año 588.
No se sabe exactamente cuando y como murió. Según una de las versiones (de Juan de Biclaro) en 589, aprovechando una fallida conjura de Gosvinta, Recaredo se deshizo de ella. Según Juan de Biclaro “vitae terminum dedit”, sus días han terminado, sin precisar como.