(? – 21 de agosto de 1374)
Se desconoce la fecha de su nacimiento, pero sí se sabe que fue hija de Pedro de Castro, primo del rey Alfonso XI, conocido como “el de la Guerra”, y de su segunda esposa, Isabel Ponce de León. Era medio hermana de Inés de Castro, la amante del príncipe heredero de Portugal, don Pedro, y de Álvar Pérez de Castro, y hermana de Fernando de Castro, que llegó a ser un personaje importante de la corte de Pedro I de Castilla (y estuvo con el rey en el momento de su muerte).

Por lo cual, al pertenecer a la alta nobleza, se desenvolvía con facilidad y frecuencia en los ambientes cortesanos. Incluso es posible que Juana asistiera en 1353 a la boda del rey Pedro I con Blanca de Borbón.
En el 1354, Juana quedó viuda de su primer matrimonio con Diego López de Haro, (fallecido, según Pedro López de Ayala, en el sitio de Algeciras) y conoció al rey Pedro I, quien, según parece, quedó impresionado por su belleza. El cronista la describía así:
“era esta doña Iohana mujer bien fermosa, e rrey dezia que quería casar con ella”
Juana conocía perfectamente la situación de Pedro, su relación con María de Padilla era publica, además seguía casado con la princesa francesa, Blanca de Borbón.
Mas sobre la reina Blanca de Borbón
Según la versión del cronista Pedro López de Ayala:
“Doña Juana de Castro decía que el Rey era casado con Doña Blanca de Borbón, e que mostrase primero como se podría partir della, e entonces que a ella placia de casar con él”.

Las negociaciones dan comienzo en 1353, pero las partes no llegan a un acuerdo hasta el año siguiente.
Al final, el rey consiguió que el obispo de Salamanca, Juan Lucero, y el de Ávila, Sancho Blázquez Dávila, pronunciaron ante Juana la sentencia de nulidad de su matrimonio anterior con la infanta Blanca de Borbón. Juana se dio por satisfecha y accedió al matrimonio con el rey don Pedro.

La boda tuvo lugar en Cuéllar, en la iglesia de San Martín, a principios de abril de 1354. Ofició la ceremonia Juan Lucero, obispo de Salamanca. Juana de Castro recibió, como dote, el alcázar de Jaén y los castillos de Dueñas y Castrojeriz.
Sin embargo, a pesar de poner tanto esfuerzo para casarse con doña Juana, el día siguiente de la boda el rey abandona a su esposa para no verla nunca más. El motivo de este extraño comportamiento, podría ser la actuación de los hermanastros de Juana, Inés de Castro y Alvar Pérez de Castro, apoyando la candidatura del futuro Pedro I de Portugal como rey de Castilla. Pedro I, siempre preocupado por los intentos de quitarle la corona, seguramente prefirió no seguir en la relación con una mujer cuyos familiares estaban mezclados en este tipo de conspiraciones.
Según otras fuentes, el rey pasó con Juana una temporada después del matrimonio, dado que al papa le dio tiempo para amenazarle con la excomunión si no la dejaba y no regresaba con su primera mujer, Blanca de Borbón.
Duró el dicho matrimonio solo un día o estuvieron juntos más tiempo, no lo sabemos, el hecho es que Juana quedó embarazada y tuvo un hijo, Juan. Juan de Castilla (1355-1405) fue reconocido por el rey y designado como heredero, pero solo en caso de fallecimiento de los hijos de María de Padilla. Fue encarcelado por Enrique de Trastámara en el castillo de Soria y contrajo matrimonio con Elvira de Falces, hija del alcaide de castillo. Según el Tratado de Bayona de 1388 debería haber sido puesto en libertad pero murió en 1405 estando aun en el castillo. Se encuentra sepultado en la catedral de Sevilla.
Juana decidió retirarse a la villa de Dueñas, la única que permaneció en su poder, y siguió utilizando el resto de su vida el título de Reina “Donna Iohanna, por la graçia de Deus, reyna de Castiella et de León”.
El 21 de agosto de 1374, doña Juana falleció en la villa de Dueñas. Fue sepultada en la capilla de las reliquias de la catedral de Santiago de Compostela.

Curiosidad: su hermano Fernando, quien fue el partidario de Pedro I y nombrado por el Mayordomo Mayor del Rey y Alferez Mayor, se sintió tan ofendido por el abandono de su hermana, que reunió su ejército y se sumó a las tropas de Enrique de Trastámara. Incluso ante el notario hizo pública su desvinculación del rey de Castilla, aunque más tarde regresó al partido de Pedro I y le fue leal hasta la muerte del rey.